El primer encuentro

En el pasado.
Cuando el atardecer en las pirámides desaparecía y el acero español aún resplandecía con orgullo, egoísmo y muerte; los mas ricos y poderosos se hacían las suyas con la riqueza de los aztecas. La hija única de los Sevilla, Katrina; moraba en una insólita habitación que su padre le había otorgado, bordando y pintando todos los días sin salir a conocer el nuevo mundo. Un día común y corriente con una sonrisa de oreja a oreja trajo su padre a su morada cinco esclavos fieles para que trabajasen en ese lugar, mas la joven no quería esclavos y entre palabras insulsas el señor Sevilla se fue atrabajar dejando a su hija triste con los esclavos todos encerrados en la gran mansión. Katrina decidió conocer mejor a quienes iban a estar en su hogar y un joven de su edad muy tímido le hablo mientras ella le preguntaba:
-¿Cómo te llamas amigo mío?- Con mucha carisma, y él le respondió
-No hablo con aquellos quienes nos esclavizaron.
Katrina estaba un poco desconcertada ante la respuesta del joven y pregunto nuevamente:
-¿Cómo te llamas?, tranquilo yo pienso lo mismo pero mi padre quiere que sea de esa manera... No tengas miedo.
-Temoatzin- respondió el Muchacho
- Me llamo Temoatzin, soy de padre indígena y madre colona aprendí tu idioma gracias a ella.
-¿Dónde esta ella ahora? repuso la joven.
-Junto a sus ancestros, la mataron cuando era muy joven- dijo así el tímido muchacho.
En cuanto empezaron a trabajar la mañana siguiente Katrina ya no se sentía agobiada por estar sola gracias a Temoatzin que con una sonrisa de ambos se alegraba cada uno de sus días.
Cada uno era mejor que el anterior, a pesar de que Temoatzín se encontraba harapiento; pasaron los años y se fueron convirtiendo en muy buenos amigos, ya el muchacho era un hombre, gracias a su padre, se convirtió en el chamán de su pueblo y la joven Katrina era la dueña de las tierras de los aztecas que poco a poco fue devolviéndoselas, era extraño que alguien de sangre colona les diera lo que merece a pesar de estar prohibido; para ambos fue doloroso la perdida de sus padres.
La madre de Temoatzín había muerto unas semanas después de que él naciera; un balazo en la cabeza de parte de un soldado le había arrebatado el color. La madre de Katrina, Carmila, de procedencia rusa; era quien mantenía la cordura de Julio, su padre. Tras una enfermedad la perdió, y desde entonces es más frío con su hija que sus comandados.
Muchos condes, lords y hasta príncipes pretendían ser el mejor partido para la dama que residía en el nuevo mundo; claro que ella rechazaba las invitaciones ya que no deseaba comprometerse aún.
Ella bajaba suavemente las escaleras para visitar a su amigo indigena, su espeso vestido no le dejaba respirar y la corona que tenia en la cabeza le daba una muy fuerte jaqueca pero ella contenía todo su ser centrándose en lo que iba a hacer ese día.
El trabajo de encerar el suelo de la hacienda es duro, pero no lo es cuando resulta ser la excusa perfecta para ver a su mejor amiga.
El señor Sevilla viajaba a España por unas semanas para dar informe de sus últimas expansiones e  iba a dejar sola a su hija con los criados y un vigilante nocturno para así evitar que los esclavos escapen.
Una tarde Temoatzín tras ver a Katrina replegarse en una ventana, no aguantó el suspiro en él yacía la primera chispa de cariño especial hacia ella.
En el pequeño lugar en el que descansaba observaba por largo rato el techo, preguntándose lo que sentía, si era erróneo pasajero o correspondido. Por un lado se sentía a gusto, por otro su padre empezaba a sentir esa energía y nació en él la curiosidad de conocer a esa persona que lo tiene en las nubes.